Renato, Renato, Renato... cómo olvidar que yo te inventé.
Las creaciones tienden a cobrar vida propia y a tomar sus propias decisiones. Es una Ley de Vida. Lo sospeché desde un principio, como diría el Chapulín Colorado, y aún así dejé que la fantasía se fuera despegando de la realidad.
Mi Renato -el de mi mente- no era capaz de despreciar. En mi fantasía súper rosa él asumía abiertamente cuánto de su vida había cambiado al conocerme; cuánto de sus rígidos conceptos de vida se habían desmoronado quedando el corazón palpitante que conocí. Era sencillamente un caballero valiente y apasionado encontrando el amor de improviso.
Mi Renato -el de mis sueños- me miraba bonito. Sin cubas ni tequilas me ponía un beso furtivo en los labios y siempre, SIEMPRE! llegaba al corazón.
Cómo recuerdo aquella bahía hermosa, en el marco de una de esas noches imposibles de tantas estrellas. Como en película holywoodense veníamos de puntos distintos, con el corazón desbordado, en pasos cortos y apurados. Cómo nos besamos al encontrarnos. Me miraba en silencio mientras me descubría los hombros y la ropa se me deslizaba hacia la cintura. Me miró semi desnuda y se apartó. Nunca más se volvió a acercar. Mi Renato había muerto ante un golpe de realidad. Triste es el desprecio.
Se me congeló la autoestima. No podía sentirme hermosa. En ese instante busqué la manera de rediseñar mi cuerpo, de cambiarlo. Qué locura, qué tontería, qué inmensa estupidez.
El nuevo Renato -que yo no inventé- me ha dicho que soy un grato recuerdo que le provoca alegría. Triste es la indiferencia.
Hermanas mujeres, no hay que irse con las apariencias. Los hombres no nos prefieren brutas (como reza cierto programa nuevo de la televisión de paga); sino operadas y sin pretensiones de muestras de valor y compromiso. Tampoco nos prefieren rubias, sino depiladas y suaves, y de preferencia sin memoria de largo plazo y con cero expectativas de una relación. Los hombres no son infieles, sino seres con necesidades múltiples que no pueden saciar con una sola mujer. Tampoco ponen los cuernos, sino que tienen derecho a tener amigas especiales, y en tanto ellos no sientan nada por esas amigas, no hay traición. Ante la liberación femenina, ellos también pueden liberarse. Amplio es el mundo y ancha es Castilla.
Ah hermanas mujeres, cuán cierto es que las mujeres inventamos a los hombres, inventamos lo que queremos ver, porque de verdad, están cabrones.