domingo, 4 de septiembre de 2011

De lo que sueño y de las memorias: Los que adormecieron a México y le robaron el corazón.

El círculo de la vida no significaba nada para ellos. Aparearse y reproducirse era un acto mecánico asociado a instintos automáticos que hacían que el sacrificio humano fuera una simple práctica más. En esta raza que habitóTlaltelolco tan valiosa era una piedra como un feto. Y su recuerdo de aquellos sus grandes señores -quienes aún en esta galaxia con su simple recuerdo generacional, los tenían esclavizados a su viejo orden de destrucción de su mundo original-  hacía que perpetuaran mecánicamente su pasado de insecto depredador.

Aquí fueron plantados estos insectos sin corazón que vivan casi en colmenas, en enjambres, qué se yo... Entre sus sacrificios a Dioses vengativos y oscuros estaba, primero, tomar a su propia población como era su costumbre. Pero cuando mermaron, salieron a reconocer otras tierras y fueron también reconocidos por otros, a quienes atacaron y sometieron por su bravura y su falta de escrúpulos ante el dolor. Sembraron el miedo y desde entonces se quedó en la historia de estos pueblos la sumisión.

Aquí fueron puestos como siembra extraterrestre sin saber dónde estaban. Había sido un abrir y cerrar de ojos y todo había cambiado. La mañana cósmica les tomó de sorpresa y simplemente aparecieron en lo que se conoció como Tlaltelolco. Hubo muchos truenos ese día. Se habló incluso de un diluvio. Con piedra volcánica construyeron plataformas y cientos de años pasaron antes de enfrentar el miedo a su propia desaparición.

Aquí nació Tlaloc y su imperio del miedo. Porque llegó con toda su fuerza de trueno y agua y todo se lo llevó antes de depositar a sus hijos.

Por eso su monolito, luego de eras, fue condenado a mirar hacia abajo. Para contener su furia extraterrestre de expatriado y sostener la vida generando agua para el subsuelo, y que nunca le faltara el preciado amor lìquido a los pobladores del gran valle de la paz, a quienes esta raza insecto de conciencia masificada, oscura y fría, había asolado.

La memoria se fue perdiendo pero siempre quedó latiendo. Pudo infiltrar de nuevo su oscuridad en algunos de sus siervos dormidos, que a pesar de las eras de distancia, dieron con él de nuevo. Memoria insectívora parecida a la que dejan las mariposas, pero nada que ver con ellas. Se parece porque es un vibrato magnético, un sonido sordo como de tambor hueco. Y rompiendo el sagrado silncio dieron con él en sus disfraces modernos de historiadores cientìficos. Y simplemente lo encontraton y lo sacaron. Siervos del enardecido Tláloc, quien volteó de nuevo su rostro al cielo y el valle comenzó a secarse. Se acabaron los mantos, se quebró el equilibrio, el mounstro oscuro estaba suelto de nuevo. Su sanguinaria historia circuló de nuevo y despertó a los suyos.  Y si no, sólo hay que mirar a sus guerreros sanguinarios y corrptos desangrando a lo que quedó de la Patria, y que ahora son funcionarios, personajes del congreso, miembros todos de esta secta de insectos guerreros extraterrestres, depredadores lujuriosos, en convivencia con perros hambrientos, con roedores.