Lo ví y dije: esto no es mío. ¡No puede ser mío!
Y sin embargo lo era. Se llama Ambición.
Y se me develó un significado poco ortodoxo pero realmente esencial: "Visión Ambigua".
Encontré que vengo acarreando desde hace muchas vidas una sensación de que alguien me debe algo específicamente relacionado con las habencias, con los tesoros, con el caudal de prosperidad que -de hecho- nunca se ha interrumpido en esta vida.
Entonces, ¿de dónde esta sensación de que algo me ha sido arrebatado?
Y de ahí el nacimiento de la Ambición, de esta visión ambigua de realidad que es terrible, es un enorme portento de la oscuridad.
¡Qué manera de inocular quirúrgicamente la sensación de pérdida, de hambruna, de desasosiego, de injusticia...siempre faltando algo, siempre deseando lo que tienen los otros, el amor, el esposo, el dinero, el trabajo, el coche, el jardín, el viaje, el puesto, el vestido...!
Ambición, visión ambigua de la realidad, y por ambigua, falsa.
Ambición y Anhelo son dos cosas totalmente distintas.
La ambición vive en la mente mientras que el Anhelo vive en el corazón.
La Ambición quita la vida, le quita el color.
El Anhelo emite un pulso, permite la vida, la proyecta, la crea en armonía con lo Divino.
La Ambición se basa en la carencia mientras que
el Anhelo se basa en la certeza de que nada es imposible,
de que nada falta, de que todo está.
La Ambición necesita una iglesia, el Anhelo es dueño del cielo.
Este descubrimiento es terrible a la vez que grandioso.
Me libera, me abre los ojos, me permite soltar, lanzarme al vacío sabiendo,
desde lo profundo, que como creatura Divina, nada me falta.