Ay, cómo me incendia.
El sol con su roja cabellera me recorre entera
hasta convertirme en una de sus llamaradas.
Latigazos de colores se derraman de mi piel gritándote:
Incéndiame de nuevo y para siempre,
imprime con tus labios tu sello en mi cuello;
atízame este fuego con tus besos
para que me consuma en un suspiro
y te lleve al cielo conmigo.
Atízame este fuego con tus dedos,
para que hasta las aves se apareen
en tiempo de invierno.
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