Llegaron las mañanas que inician sin pensar en ti. Lo deseaba y lo temía.
Lo deseaba porque era un martirio que mi primer pensamiento, incluso antes que pensar en mis creadores a quienes todo les debo, fuera para ti. Y lloré a mares porque eras un obstáculo para mi primer contacto con mi origen. En mi primera respiración conciente del día, presentía tu aroma.
Lo temía porque el día que eso sucediera -y que me diera cuenta- querría decir que ya el espejismo de ti se habría desvanecido. Y por fin solamente quedarías tú y separadamente yo. Al fin la amalgama se habría caído.
Y ahí estamos ahora tú y yo, dos viejos amigos, dos muy conocidos que se cuentan sus pequeñas hazañas, sus sueños como camaradas, sin alzar la voz, sin suspiros, sin pasiones. Supongo que eso es lo que va quedando en un matrimonio que atravesó por todas las etapas y que tiene tantas arrugas como sus principales protagonistas. Supongo que a esa paz se debe llegar un día.
Y de ambas cosas doy las gracias. Ha sido una hermosa jormada. Y tuvo un final feliz.
El viento pasa entre nosotros, y en su caricia siento la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario